-Señor…señor…señor
Abro mis ojos un poco y veo una aparición casi celestial, una chica rubia, sus ojos celestes, delgadita, que me llamaba.
Pensando en mi sueño mañanero, cerré nuevamente mis ojos y seguí plácidamente y encima me reacomodé estirando las piernas.
-Señor…señor…señor, ya llegamos.
Ahí la voz me pareció más imperativa, abro mis ojos y de nuevo veo esa angelical figura que me sonríe.
-Ya llegamos. Me repite y se baja del colectivo.
El viaje de casi una hora desde mi casa hasta Constitución me adormece siempre y como lo tomo vacío, me doy el lujo de elegir asiento en el fondo del bondi contra la ventanilla donde nadie me jode.
Me bajo casi a los tropezones y veo a unos metros más adelante que camina la rubia celestial. Por un momento me pareció que había mirado hacia atrás, hacia donde estaba yo.
Me apuro y le doy alcance y camino junto a ella mirándola y esperando que ella haga lo propio conmigo, pero nada, ni bola.
Decido entonces encararla.
-Disculpame. Le digo tratando de iniciar contacto.
La rubia seguía camino con paso lento pero firme.
-Disculpame. Le repetí pero esta vez le toqué muy levemente el brazo y entonces ella giró rápidamente la cabeza.
-Perdón, si te asusté pero te quiero agradecer la gentileza de despertarme.
-No, no es nada, como lo vi dormido y el colectivero ya se había bajado me dio no sé qué dejarlo solo.
La miré por primera vez a los ojos celestes, grises, verdes, un multicolor reflejo de luces que brillaban más por el sol de marzo.
La sonrisa siempre lista en sus labios carnosos y el pelo suelto que se le enredaba por el viento tenue de esa mañana.
No supe que más decir, me quedé enganchado con su natural belleza juvenil.
-Gracias. Le dije nuevamente, como un estúpido que no sabía seguir una charla circunstancial.
-Mirá, yo voy a tomar el tren a Berasategui, pero que queda como media horita, ¿aceptas tomar un cafecito?
Al decir esto, ella retrocedió un paso y con su sonrisa tenue y brillante, me dijo que no porque se le hacía tarde.
Me quedé como un tarado sin atinar a decirle otra cosa que…que se yo lo que le dije y ella de nuevo sonrió y continuó su camino, ahora más apurada.
Pero no me quería resignar a perderla. La vi tan dulce, tan segura de sí y al mismo tiempo dejando entrever su fragilidad que me dio el impulso de seguirla.
Rápidamente me puse de nuevo a su lado y esta vez ella presintiendo mi presencia giró su cabeza y me miró, pero sin sonrisa, simplemente me miró y continuó su camino.
-Disculpame, no te quiero molestar, pero me gustaría invitarte a tomar algo, decime que te puedo esperar en alguna parte.
La rubia siguió su camino sin siquiera volver a mirarme.
Pero yo estaba muy caliente por esa aparición y la seguí hasta donde se colocó en la fila de otro bondi que iba para Belgrano.
Yo me paré al lado. No le hablé, pero la miraba.
Ella presentía mis ojos sobre su humanidad y se inquietaba, al menos eso me pareció porque se asomaba de la fila buscando algo más adelante, un imaginario salvavidas quizás.
-Esteee, perdón que insista, si me decís que me vaya, me voy y no te molesto más.
Mi última jugada final, muy riesgosa pero fue lo que se me ocurrió en el momento.
-Yo vengo todos los días a la misma hora. Dijo sin mirarme, pero eso fue como un mañana te espero.
-Ok, mañana te veo. Y regresé con el pecho hinchado de satisfacción.
Al día siguiente tomé el colectivo y me ubique en el medio, pensaba que si ella subía la podía ver más rápido y ella a mí.
Esa estrategia no me falló.
Como a la media hora de viaje, subió junto a dos personas más.
En cuanto la vi, me acomodé en el asiento, me acomodé el pelo en un instintivo movimiento y esperé que se acercara.
Ella se desplazó hacia el interior pero se quedó de pié justo en el lado opuesto del pasillo, o sea que no me veía y como de ese lado estaban los asientos dobles, la posibilidad de que encontrara lugar era mayor que de mi lado donde estaban los de a uno.
La miraba fijo y recorría su cuerpo una y varias veces. Jeans apretados, blusa blanca, botitas de esas que son sandalias con capellada, una vincha que le contenía su pelo rubio y el infaltable ipo en sus oídos.
De pronto se corrió unos pasos más hacia el interior y quedó casi a mi lado pero del lado opuesto.
Al verla tan cerca, me incliné hacia ella y rozando a una gorda que me miró con cara de pocos amigos, le toqué el brazo derecho y ella se dio vuelta sobresaltada.
Al verme, una mueca de alivio se le dibujó en la cara y de nuevo esa sonrisa que me cautivaba.
-Hola, vení sentate. Le dije caballerosamente.
Ella se acercó al tiempo que yo me levantaba y cuando estuvo en posición de tomar mi asiento, la gorda se lanzó en palomita y haciendo uso de su generoso cuerpo se abrió camino entre varios y se acomodó muy oronda, dejándome con el desaire y el fracaso delante de mi celestial aparición.
Nos miramos cómplices y nos largamos a reír.
La gorda nos miró de soslayo como diciendo, sigan Uds. boludeandose entre sí que yo me siento.
-¿Cómo estás?, fue mi saludo.
-Bien, un poco cansada pero estoy acostumbrada.
-¿Dónde trabajas?
-Hummm, en un comercio de ropa para bebes.
-Que bien. Le dije, pero hubiera sido lo mismo que me dijera, en un almacén, limpiando casas o de gerenta de ventas de una multinacional. En verdad no me interesaba saber eso, solamente quería conversar y tenerla atada a mí durante un rato.
-¿Y Ud.?
-Ah, yo soy carpintero, trabajo en una fábrica de muebles.
-Qué bueno, mi abuelo era carpintero, era ebanista y hacía unos trabajos hermosos.
La charla entraba en un sendero de banalidades, y el colectivo ya casi llegaba a destino.
-¿A qué hora entrás? Le dije especulando como un ajedrecista y esperando la respuesta que me sirviera para hacer la pregunta clave.
-Ah, ya se, el café. Me dijo sonriendo.
Me quedé medio paralizado, nunca esperé que dedujera tan rápido mi intención.
-Epa, que inteligente que sos o ¿me lees la mente?
Al decir eso me imaginé lo que ella estaría pensando. Que la consideraba un genio o una bruja.
-Esteeee…no …lo que quise decir… No supe cómo arreglarla.
-No te hagas problemas…me suele pasar, soy un poco ansiosa y me adelanto a los diálogos.
-¿Entonces? Con la expectativa de un colegial ante el resultado de una prueba, esperé la respuesta positiva.
-Tengo quince minutos nada más.
Al escuchar eso, la imaginaria tribuna de un estadio repleto en la final de la copa, explotó en algarabías, gritos, saltos y no sé cuántas cosas más.
No veía la hora de llegar, esos quince minutos se parecían evaporar por la lentitud del colectivo. Hasta me dieron ganas de pedirle el volante al chofer y manejar yo.
Pero como un gentleman, solamente me limité a decir que…gracias, yo también estoy apurado.
Lo curioso fue que hasta que llegamos, no nos hablamos. Fue como que un objetivo se había alcanzado y no había más que eso.
Al bajar ella me dijo…Mire, ahí hay un lugarcito en ese bar al paso.
Fuimos al lugar señalado y nos quedamos en la barra. Dos cafés con una masita y las miradas.
-En primer lugar te tengo que dar las gracias por aceptarme la invitación. En segundo lugar te pido que me tutees, me haces más viejo si me tratas de Ud.
Ella largó una risita contenida y agregó….no hay problemas.
-¿Cómo te llamás? Porque a pesar de todo todavía no se tu nombre.
-Claudia.
-Me gusta tu nombre, denota calidez. Le dije alardeando de conocer sobre los significados de los nombres, pero la verdad que ni una pepa entiendo de eso.
-¿Y el tuyo?
-Ramón, me llamo Ramón, sencillamente Ramón
-Sabes una cosa Claudia, me gustaría seguir viéndote, pero no sé si vos tenés novio, si sos casada, soltera…
-Ay Ramón, los hombres son tan ansiosos. En realidad soy separada y no tengo hijos, me separé hace un año y ahora vivo sola.
Cuando escuché esos detalles, mi mente entró en un torbellino de imágenes, viendo a Claudia sola en casa y yo visitándola con algo para comer o con flores.
Me imaginé llegando a la puerta de su casa, tocando el timbre y que ella saliera a abrirme vestida con un vestido rojo, no se… siempre me gustaron los vestidos rojos.
Me quedé pensativo, mirándola sin verla y entonces ella, me dice…ya me voy Ramón, si no se me hace tarde.
En ese momento reaccioné y su imagen se me volvió realidad.
Claudia ya estaba de pié e inclinándose levemente me dio un beso en la mejilla a modo de despedida.
Cuando quise responderle el beso, ella ya estaba dándose vuelta para irse a tomar el otro colectivo y me quedé casi con la trompa estirada en un amago ridículo.
-Chau, hasta mañana. Fue lo que le pude decir y ella levantando la mano me hizo saber que había escuchado.
Todo ese día la pasé pensando en ella. En el trabajo casi me rebano un dedo por no mirar donde ponía la mano. Mis compañeros me notaron extraño, como ausente y uno de ellos tiró algo así como… parece que está enamorado…
No sé, quizás, pero yo no conocí el amor, nunca estuve enamorado y por eso no podía reconocer algo desconocido.
Yo lo miré a ese compañero y le guiñe un ojo como queriendo decir… que se yo, la verdad que no sé por qué le guiñe el ojo.
Cuando regresé a mi casa, esa noche, casi no cené y después en la cama daba mil vueltas, recién me pude dormir ya entrada la madrugada.
Sonó el despertador y me levanté rápidamente. Me pegué una ducha, me afeité, desayuné y salí para un nuevo encuentro.
No pensaba en el taller, pensaba solamente en ella.
Tomé el colectivo y me ubiqué nuevamente en el medio, en un asiento de uno.
Tal como el día anterior, Claudia subió y ya se dirigió hacia donde yo estaba, me pregunté cuando la vi venir…si ella me estaría buscando.
Con esa incertidumbre mi cara presentó una gran sonrisa al verla y le cedí el asiento, pero me cuidé mucho de no cometer el error de dejar el flanco derecho descubierto para que no se me colara nadie.
Claudia se sentó, pero antes me dio un beso en la mejilla y esta vez mi reacción fue mejor porque alcancé darle uno en su mejilla también.
Nos miramos, pero no hablamos, solamente al cruzarnos nos sonreíamos.
Al llegar a la parada donde bajábamos, le susurré al oído si tomábamos un café.
Ella me miró y asistiendo con la cabeza nos bajamos y fuimos al mismo lugar.
-Dos cafés.
Vinieron los cafés con dos masitas y mientras lo sorbíamos nos miramos a los ojos.
No hablamos, pero las miradas lo decían todo.
Mi intención era la de invitarla el fin de semana para ir al cine o a tomar algo por ahí, pero el silencio de ella no me dejaba ninguna posibilidad y como soy un poco corto, no me animaba.
Sin embargo no podía quedarme así y tomando un poco de coraje, le dije directamente…me gustaría que el sábado vayamos a tomar algo, a pasear o al cine…
-Bueno Ramón, ponete de acuerdo, al menos que quieras hacer las tres cosas, jajaja
La risita de ella me descontracturó.
Yo también me reí y los dos terminamos agarrados de la mano.
¿Cómo pasó eso?…ni idea, pero la cosa fue que cuando nos levantamos para
continuar viaje cada uno para su lado, estábamos agarrados de la mano.
Nos despedimos, pero no habíamos acordado nada.
De nuevo ese día en el trabajo parecía un tonto. Mis compañeros me cargaron todo el tiempo, pero yo no quise entrar en ninguna discusión y ni siquiera les seguí el tren.
Esa noche me volví loco, no tenía el teléfono y le quería hablar, quería escuchar su voz, estaba como desesperado.
Me acosté tarde y sin comer, solamente una manzana que tenía en la heladera.
La mañana llegó y me encontré con los ojos como el dos de oro. Mi rutina fue la misma, pero estaba muy cansado.
Colectivo, asiento en el medio, ella que subió, yo que le cedí en asiento y las miradas y las sonrisas, todo igual y además el silencio.
Tomamos nuestro cafecito y continuamos camino. Antes de despedirnos, le dije…¿entonces mañana salimos?...
-Por supuesto. Me dijo muy segura.
-Entonces te espero acá a las seis de la tarde.
-Dale, nos vemos mañana.
Cada uno partió a su trabajo.
Mi sueño estaba cumpliéndose, finalmente saldría con esa chica, saldría con Claudia.
No conocía nada de ella, ni donde vivía, ni su apellido conocía, pero pensándolo bien, ella tampoco conocía el mío y tampoco donde vivía yo. En eso estábamos los dos en las mismas condiciones. Lo único que me inquietaba un poco era la diferencia de edad, yo soy un tipo de 50 y tantos y ella menos 30, quizás de unos 24, pero a pesar de eso me había dado bola y me alentaba a seguir.
Al día siguiente, sábado, como todos o como ninguno…yo estaba muy ansioso, había calculado que a eso de las tres de la tarde me iba a empezar a arreglar, la ducha duró como media hora, quería sacarme todo el olor imaginario que podía tener y me enjaboné como diez veces, hasta yo me reía de mí mismo.
Me afeité como a las cuatro como para llegar con la cara lo más lisita posible.
Me puse lo mejor que encontré sin caer en la fantochada de ir de traje, pero me puse cancherito. Perfume del bueno y como a las cinco menos cuatro salí para el encuentro.
Llegue puntual, a pesar que el colectivo parecía una carreta, al menos eso me pareció a mí.
A los cinco minutos llegó Claudia.
Vestía como una Princesa…vestido rojo, sandalias, blusa blanca, una vincha sobre su pelo rubio lacio, carterita al tono del vestido y lo infaltable…su sonrisa enmarcada en esos labios también rojos.
-Hola, gracias por venir. Fue mi humilde saludo y le di un besito en la mejilla.
-¿Gracias por qué? Para mí es un gusto venir.
La respuesta fue muy clara y alentadora. Yo seguía nervioso, casi nunca me había pasado con una mujer, pero mi ansiedad era mucha y no la podía disimular.
-Bueno…¿vamos al cine? Le dije con algo de duda, que ella percibió en seguida.
-¿Al cine?...¿no querés tomar algo fresco y caminar?
-Bu..bueno. Mi duda se acrecentó y me dejó desorientado.
Caminamos por la calle Brasil rumbo al bajo. La zona no es como para hacer alardes, pero la cosa salió así y no pude evitarlo. Tras hacer algunas pocas cuadras, llegamos al Parque Lezama, gran gentío, manteros, puestos de choripan, gente caminando, chicos corriendo de una lado al otro, ciclistas, patinadores, en fin una fauna completa que pasaba a nuestro lado, pero yo estaba en el aire, no reparaba en nada que fuera Claudia y en cada movimiento que ella hacía.
Nos sentamos en un banco que quedó libre y ensayé una aproximación que antes había sucedido…la tomé de la mano.
Ella se dejó agarrar y me miró sonriendo…¿Qué pasa?, me preguntó…
Yo estaba hecho un estúpido, no sabía qué hacer ni que preguntar ni que responder.
-Nada, no pasa nada, solamente que me encuentro en esta situación y aún no lo puedo creer.
-¿Por qué...tan extraña te resulto yo?
-No para nada, todo lo contrario…lo que pasa es que …no sé cómo decirlo…
-Bueno Ramón, decilo como quieras.
-Es que vos sos una piba a mi lado y….
Ella me cortó la frase…¿y qué.. soy poca cosa para vos?
-No muñeca… sos demasiado para mí.
-¿Ramón, acaso no pensaste que yo vine acá por que quise y no a la fuerza?
Esa reflexión tan lógica y firme, me trajo a la realidad…y claro era así no más.
En ese momento ella me apretó mi mano y con la otra buscó mi cara. Yo me dejé tocar la mejilla como un nene enternecido.
Su caricia me paralizó, pero al mismo tiempo me dio impulso.
No sé de donde saqué coraje, pero con la mano suelta, la agarré de su nuca, la traje hacia mí y le pegué un beso en la boca.
Suave, lento pero no mojado, fue casi un poco más que un piquito.
Ella se quedó quieta, con los ojos cerrados…esperaba otro. De nuevo me acerqué y ahora ya la abracé con los dos brazos y le di un beso, mojado, largo y con algún ingrediente bucal que ella respondió con cierta habilidad.
Mis brazos la rodearon y mis manos le acariciaban su espalda, estrecha, delgada y que noté que no llevaba corpiño.
-¿Vamos…?. Me dijo.
Lo que dijo me desconcentró por un momento. Por un instante pensé…¿vamos a dónde?..ya se quiere ir…¿que hice mal?…que lo parió…alguna cagada me mandé.
-¿Te…te querés ir? Pregunté tímidamente.
Ella se soltó un poco y me miró con los ojos celestes, verdes y grises y su infaltable sonrisa.
Esa sonrisa se transformó rápidamente en una carcajada contenida.
-Ramón, mi amor…¿no me digas que no te diste cuenta?.
La quedé mirando y como si estuviera frente a un espejo me quedé mirándome a mí mismo, me preguntaba…¿darme cuenta de qué?...¿de qué carajo me tendría que haber dado cuenta?
-Disculpame Claudia, soy un poco lento a veces.
La sonrisa que ella exponía siempre, ahora se apagó de golpe. Su cara seria denotaba algo de disgusto.
-Disculpame , pero no entiendo nada.
Ella no respondía, solamente me miraba seria, ya no sonreía y además me había separado de su cuerpo. Yo traté de agarrarle las manos, pero ella las apartó y se puso de pie.
-Claudia, ¿Qué pasa? No comprendo.
Claudia seguía en silencio y comenzó a caminar por donde habíamos llegado.
No comprendía la situación, repasaba en mi mente lo sucedido y no encontraba respuestas, no fue el beso que le di porque ella se lo dejó dar, es más fue ella la que me buscó con esa caricia. Mis caricias tampoco la pudieron ofender porque ella también me acarició mi pelo cuando nos besamos.
La vi irse caminando, sin dar vuelta la cabeza…la llamé un par de veces…pero me avergonzaba de pensar que otros pudieran estar mirando la escena y ver como un viejo choto se deshacía por una pendeja. Me contuve y la comencé a seguir, despacio, como queriendo no alcanzarla. La contemplaba a la distancia, miraba como caminaba, sus caderas, su bamboleo armonioso.
Cuando llegó a la esquina del Parque, paró un taxi y se alejó. El taxi dobló justo hacia donde yo venía y entonces pude ver que tenía el celular en su oído, ni me miró y desapareció.
Me quedé solo en la vereda donde jugaban unos pibes a la rayuela, vieja costumbre que algún abuelo les había enseñado. Sin querer les patee el tejo con el que jugaban y los pibes me gritaron no se qué cosa.
Caminé casi sin rumbo, crucé la calle sin mirar, volví por Brasil hacia Constitución.
Llegué a la parada del bondi que me llevaba a mi casa y formé fila automáticamente, como un zombi.
Señor…señor…
No escuchaba que alguien llamaba, no sabía si era a mí, mi mente estaba en otro lado.
Señor…eh, che…levantate..
Me di vuelta…me desperté del ensueño y ante mí…un gordo con olor a chivo y camisa celeste, me zamarreó un par de veces.
-Ya llegamos viejo, arriba.
Miro a mi alrededor y no había nadie, solamente el gordo que me miraba con cara de culo.
Giro mi cabeza y veo una ventanilla y la gran Plaza de Constitución, gente corriendo, gente haciendo fila, gente vendiendo cosas, gente comprando cosas, gente mendigando…estaba en Constitución.
Me levanto sin entender del todo lo que pasaba.
Miro mi reloj y eran las 7 de la mañana.
El tipo que me despertó se bajó junto conmigo y cerró la puerta del colectivo y se fue caminando hacia unas oficinas.
-¿Qué pasó?..¿Y Claudia?
Seguí viaje a mi trabajo y durante ese día notaba que mis compañeros no me cargaban, casi ni me hablaban, fue un día como muchos días donde solamente cumplimos con la tarea.
Regresé a mi casa pensando.
¿Me había quedado dormido?
Al día siguiente la rutina nuevamente.
Tomé el colectivo como todos los días, me senté en el medio, en el de a uno y a la media hora de viaje subió Claudia.
Ella vino hacia donde estaba yo. Seria, no me miraba. Me quise levantar para darle el asiento pero justo ella se da vuelta y se pone del lado de los de a dos.
Así siguió el viaje.
Cuando bajamos la seguí mirando, pero ella no sabía de mi existencia en este mundo.
Me apuré para alcanzarla y…
-Disculpe…
Ella no me escuchó y apurando el paso se entregó de lleno a los brazos de un tipo que la esperaba. El tipo, que había visto mi acercamiento a ella, me quedó mirando como diciendo…llegaste tarde flaco.