El Poder Hoy

La hora del todo vale

LA PLATA, Junio 07.-Valores fundamentales que sostienen a la República y al sistema democrático se han visto pisoteados en la presente campaña electoral. Hemos ingresado en el todo vale a partir de una serie de acontecimientos lamentables que incluyen desde las penosas candidaturas testimoniales, pasando por las colectoras, las listas espejos y hasta las posibilidades ciertas de que se cometan actos de fraude en varios distritos bonaerenses.

 

A su vez, los sucesivos actos de corrupción, que siguen salpicando al Gobierno nacional, parecen no hacer mella en el kirchnerismo, que ni siquiera guarda las formas. Y la presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el último viernes, en la inauguración de la obra para construir una terminal de contenedores en el puerto platense, un emprendimiento millonario que fue adjudicado de forma muy polémica a una empresa filipina, es una clara prueba de ello.

 

El kirchnerismo insiste con sus pronósticos apocalípticos en caso de obtener un resultado desfavorable el próximo 28 de junio y en la defensa de un modelo cuyas características no están del todo claras. Lejos de cumplirse con lo que se dice en los discursos y en la arenga oficial, la política económica del Gobierno no favorece a los sectores estratégicos de la producción con valor agregado.  Los indicadores reales de la economía hablan por sí solos: las ventas se derrumbaron, la construcción viene en picada, y los famosos planes hipotecarios que se anunciaron días atrás son papel picado, tornándose prácticamente inaccesibles -por los requisitos que se piden- para la clase media.

 

En ese contexto, resulta hasta infantil la aparente pelea entre Techint, una de las principales empresas monopólicas del país, y el Gobierno nacional por la decisión de que la compañía sea auditada por un organismo del Estado manejado por el kirchnerismo.

Durante los 6 años de Gobierno K, Techint, al igual que gran parte de los grupos económicos concentrados, fue un gran beneficiario de las decisiones oficiales, y se vio ampliamente favorecido por un tipo de cambio que se sostiene gracias al esfuerzo del conjunto de los argentinos. Se trata, en definitiva, de la consecuencia de un proceso: los Kirchner prefirieron siempre alentar el capitalismo de amigos que desarrollar una verdadera burguesía, un empresariado que sirva para defender los intereses nacionales y no dependa de las dádivas oficiales.

 

A diferencia de otros países de la región, como Chile y Brasil, que parecen haber encontrado un piso a la recesión y vienen mostrando signos de recuperación, en la Argentina todo indica que lo peor aún no llegó. Se está recurriendo permanentemente a los fondos de los trabajadores -que recauda la Anses- para ir tapando baches; con los riesgos que ello implica, ya que lo que están en juego son las jubilaciones futuras de millones de argentinos.

 

Pero las inversiones que se están realizando, lejos de tener un carácter estratégico, son de dudoso éxito. Es más, con ese dinero el Gobierno ha decidido otorgarle ayuda financiera por $ 70 millones a la filial local de la estadounidense General Motors, que está en proceso de quiebra y tuvo que ser rescatada por el gobierno de Barack Obama en Estados Unidos, mientras numerosas Pymes e industrias nacionales están atravesando por una angustiante realidad y tienen prácticamente clausurada cualquier posibilidad de crédito.

 

Impacto político

 

Los problemas económicos están repercutiendo cada vez con más fuerza en la provincia de Buenos Aires y, especialmente, en el Conurbano que, como se sabe, es la madre de todas las batallas en términos electorales. Hacia esa zona el kirchnerismo apuntó todos los cañones del clientelismo político, haciendo que hasta Nacha Guevara dejara la eterna pose de artista para comenzar a poner los pies en el barro. El kirchnerismo prácticamente está resignado en el interior provincial, un territorio marcado por la crisis del campo y por la fuerte antipatía hacia el oficialismo.

 

Más allá de que Kirchner pueda obtener una victoria de 4 o 5 puntos de diferencia, eso igual constituiría una clara derrota. Un simple ejemplo sirve para esclarecer la situación: al no poder igualar los resultados de 2005, el oficialismo perdería varias bancas en la Cámara de Diputados bonaerense. Se calcula que el Acuerdo Cívico y Social (ARI, GEN, Socialismo y el sector de Gustavo Posse) tendrían al menos 30 bancas, y si Unión-Pro suma más de 12, el PJ-Frente para la Victoria perdería la mayoría. Es decir, el sciolismo se verá obligado a negociar permanentemente con la oposición para poder gobernar. Un escenario similar se registrará en el Congreso nac

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